"Hasta hace poco, los intentos de resolver las contradicciones creadas por la urbanización, la centralización, el crecimiento burocrático y la estatificación eran vistos como una vana contra-deriva al "progreso", una contra-deriva que podía ser tachada de quimérica y reaccionaria. El anarquista era considerado un visionario desamparado, un paria social, lleno de nostalgia por la aldea campesina o la comuna medieval. Sus anhelos de una sociedad descentralizada y de una comunidad humanista en armonía con la naturaleza y las necesidades del individuo -el individuo espontáneo, sin trabas de la autoridad- eran vistos como las reacciones de un romántico, de un artesano desclasado o de un "inadaptado" intelectual. Su protesta contra la centralización y la estatificación parecía tanto menos persuasiva cuanto que se apoyaba principalmente en consideraciones éticas, en nociones utópicas, ostensiblemente "irreales", de lo que el hombre podía ser, no en lo que era. En respuesta a esta protesta, los oponentes del pensamiento anarquista -liberales, derechistas y "izquierdistas" autoritarios- argumentaron que ellos eran las voces de la realidad histórica, que sus nociones estatistas y centralistas estaban arraigadas en el mundo objetivo y práctico.
El tiempo no es muy amable con el conflicto de ideas. Cualquiera que fuera la validez de los puntos de vista libertarios y no libertarios hace unos años, el desarrollo histórico ha hecho que prácticamente todas las objeciones al pensamiento anarquista carezcan hoy de sentido. La ciudad y el Estado modernos, la tecnología masiva de carbón y acero de la Revolución Industrial, los sistemas posteriores, más racionalizados, de producción en masa y los sistemas de organización laboral en cadena de montaje, la nación centralizada, el Estado y su aparato burocrático, todo ello ha alcanzado sus límites. Independientemente del papel progresista o liberador que hayan podido poseer, ahora se han vuelto totalmente regresivos y opresivos. Son regresivos no sólo porque erosionan el espíritu humano y drenan a la comunidad de toda su cohesión, solidaridad y normas ético-culturales; son regresivos desde un punto de vista objetivo, desde un punto de vista ecológico. Porque socavan no sólo el espíritu humano y la comunidad humana, sino también la viabilidad del planeta y de todos los seres vivos que lo habitan."
- Murray Bookchin (Anarquismo posterior a la escasez (Clásicos de trabajo))
"Hasta hace poco, los intentos de resolver las contradicciones creadas por la urbanización, la centralización, el crecimiento burocrático y la estatificación eran vistos como una vana contra-deriva al "progreso", una contra-deriva que podía ser tachada de quimérica y reaccionaria. El anarquista era considerado un visionario desamparado, un paria social, lleno de nostalgia por la aldea campesina o la comuna medieval. Sus anhelos de una sociedad descentralizada y de una comunidad humanista en armonía con la naturaleza y las necesidades del individuo -el individuo espontáneo, sin trabas de la autoridad- eran vistos como las reacciones de un romántico, de un artesano desclasado o de un "inadaptado" intelectual. Su protesta contra la centralización y la estatificación parecía tanto menos persuasiva cuanto que se apoyaba principalmente en consideraciones éticas, en nociones utópicas, ostensiblemente "irreales", de lo que el hombre podía ser, no en lo que era. En respuesta a esta protesta, los oponentes del pensamiento anarquista -liberales, derechistas y "izquierdistas" autoritarios- argumentaron que ellos eran las voces de la realidad histórica, que sus nociones estatistas y centralistas estaban arraigadas en el mundo objetivo y práctico.
El tiempo no es muy amable con el conflicto de ideas. Cualquiera que fuera la validez de los puntos de vista libertarios y no libertarios hace unos años, el desarrollo histórico ha hecho que prácticamente todas las objeciones al pensamiento anarquista carezcan hoy de sentido. La ciudad y el Estado modernos, la tecnología masiva de carbón y acero de la Revolución Industrial, los sistemas posteriores, más racionalizados, de producción en masa y los sistemas de organización laboral en cadena de montaje, la nación centralizada, el Estado y su aparato burocrático, todo ello ha alcanzado sus límites. Independientemente del papel progresista o liberador que hayan podido poseer, ahora se han vuelto totalmente regresivos y opresivos. Son regresivos no sólo porque erosionan el espíritu humano y drenan a la comunidad de toda su cohesión, solidaridad y normas ético-culturales; son regresivos desde un punto de vista objetivo, desde un punto de vista ecológico. Porque socavan no sólo el espíritu humano y la comunidad humana, sino también la viabilidad del planeta y de todos los seres vivos que lo habitan."
- Murray Bookchin (Anarquismo posterior a la escasez (Clásicos de trabajo))
Me gusta la forma en la que explicas todo