Trump ha prometido imponer un impuesto del 10-20% a todos los productos importados en EEUU. Cómo afectará a las industrias europeas? Qué país podría sufrir más?
Los halcones comerciales de Washington no tienen ninguna esperanza de cambiar el comportamiento de China. Trump quiere reindustrializar Estados Unidos. No puede doblegar a China ni detenerla. Pero puede defender la economía frente a «un choque China 2.0», dice un observador.
Los dirigentes chinos se esfuerzan por defender el libre comercio, al tiempo que aplican políticas comerciales e industriales decididamente interesadas. China podría resolver las tensiones dejando que sus fabricantes de coches eléctricos y otros campeones industriales abrieran fábricas en el extranjero y compartieran tecnologías punteras con socios extranjeros, siguiendo el mismo modelo que China ha impuesto a las empresas extranjeras como precio de acceso a los mercados chinos. Hasta ahora, sin embargo, las autoridades chinas han desalentado tales transferencias.
Un columnista europeo preguntó a un diplomático europeo en Pekín si era inevitable una guerra comercial. "Los próximos meses demostrarán si China comprende que tiene que cambiar de actitud", respondió. «¿Llegaremos a tiempo? No lo sé», admitió. La victoria de Trump lo está acelerando todo.
El coste de las deportaciones masivas que Trump propone podría ascender a cientos de millones de dólares. Por no mencionar los daños colaterales de la escasez de mano de obra y el aumento de los precios al consumo.
Además, las grandes promesas electorales acabarán chocando con la dura realidad del poder. La introducción de aranceles aduaneros universales requerirá la aprobación del Congreso. Sin embargo, algunos representantes republicanos comprometidos con el libre comercio pueden ser reacios a gravar a los aliados cercanos de Estados Unidos. Detener y encarcelar a millones de inmigrantes ilegales será una pesadilla logística. Las agencias federales tendrán que pedir ayuda a los Estados, que muchos se negarán a proporcionar.
Por último, se puede señalar sobre este tema que, en el resto del mundo, tendremos que lidiar con el temperamento volátil del Presidente, que tiene tendencia a deshacerse inesperadamente de las personas que ha nombrado. Es imposible saber, por ejemplo, si su estrecha relación con Elon Musk durará. La única disciplina capaz de contenerle son los mercados, a los que considera el verdadero barómetro del éxito. Por el momento, parecen creer que los aranceles y las expulsiones tendrán escasos efectos adversos. Pero aunque esta predicción fuera válida para Estados Unidos, no satisfará al resto del mundo.
La apertura a la negociación no debe ocultar la magnitud de las ambiciones de Trump. En las conversaciones previas a las elecciones en Washington, los halcones comerciales republicanos han hablado de poner fin a lo que denominan el error de siete décadas de apertura de los mercados estadounidenses a la competencia mundial. Como dijo uno de ellos, no se puede culpar a otros países por construir vastos sectores de exportación y tratar a los estadounidenses como «sus consumidores de último recurso». Tampoco se puede culpar a las empresas estadounidenses por buscar lugares baratos para producir. Pero los costes de la globalización han demostrado ser inaceptablemente altos, y conviene hacer borrón y cuenta nueva. El ideal de Trump sería un comercio equilibrado, aunque la reconstrucción de industrias clave es más importante que el tamaño de cualquier déficit comercial bilateral concreto.
Se acepta que EEUU seguirá comerciando con China en un segundo mandato de Trump. Pero la administración tratará de permitir únicamente el comercio de bienes de consumo y materias primas que no supongan una amenaza. Podría haber cuotas de compra acordadas por ambos gobiernos, mientras que los aranceles generarían nuevos ingresos. Aquí hay una incoherencia: los halcones del comercio afirman que los aranceles no causan inflación porque, en primer lugar, los exportadores chinos han reducido sus precios y absorbido el dolor para mantener su cuota de mercado en Estados Unidos. Estos mismos halcones predicen entonces que los nuevos aranceles elevarán los «precios artificialmente bajos» de los productos chinos, creando incentivos económicos lo suficientemente grandes como para cambiar los flujos comerciales y ayudar a las empresas nacionales a emplear a más estadounidenses.
En el caso de los bienes estratégicos y la tecnología procedentes de China, Trump podría elevar algunos aranceles el primer día, ajustando las sanciones impuestas durante su primer mandato en virtud de la Sección 301 de la legislación comercial estadounidense, que castiga a China por supuestos abusos, incluidas las transferencias forzosas de tecnología. A continuación, podría anunciar una nueva investigación de la Sección 301 para hacer frente a «las nuevas fechorías de China», como dice un halcón. Los aranceles también podrían incorporarse a una ley fiscal federal prevista para 2025, tal vez alegando que compensan los recortes fiscales internos. En cuanto al resto del mundo, Trump podría promulgar una orden ejecutiva que ordenara a su representante comercial examinar todos los déficits comerciales de EEUU.
Los inmigrantes que viven ilegalmente en el país también desempeñan un papel importante en la elaboración de alimentos. Por ejemplo, se calcula que representan entre el 30 y el 50% de los trabajadores de la industria cárnica. Si se expulsa a estas personas, probablemente a la industria alimentaria le resultará muy difícil sustituirlas. Incluso en el mejor de los casos, el sector tendrá que ofrecer salarios mucho más altos. Y, por supuesto, estos salarios se repercutirán en los precios.
Sin embargo, más allá de los desahucios, los efectos económicos no sólo repercuten en los precios de los alimentos, sino también en el coste de la vivienda. Necesitamos construir más. El problema es que los inmigrantes ilegales representan más de una quinta parte de la mano de obra de la construcción. Deportarlos obstaculizaría gravemente los esfuerzos por aumentar la oferta de viviendas.
Los halcones comerciales de Washington no tienen ninguna esperanza de cambiar el comportamiento de China. Trump quiere reindustrializar Estados Unidos. No puede doblegar a China ni detenerla. Pero puede defender la economía frente a «un choque China 2.0», dice un observador.
Los dirigentes chinos se esfuerzan por defender el libre comercio, al tiempo que aplican políticas comerciales e industriales decididamente interesadas. China podría resolver las tensiones dejando que sus fabricantes de coches eléctricos y otros campeones industriales abrieran fábricas en el extranjero y compartieran tecnologías punteras con socios extranjeros, siguiendo el mismo modelo que China ha impuesto a las empresas extranjeras como precio de acceso a los mercados chinos. Hasta ahora, sin embargo, las autoridades chinas han desalentado tales transferencias.
Un columnista europeo preguntó a un diplomático europeo en Pekín si era inevitable una guerra comercial. "Los próximos meses demostrarán si China comprende que tiene que cambiar de actitud", respondió. «¿Llegaremos a tiempo? No lo sé», admitió. La victoria de Trump lo está acelerando todo.
https://dineros.substack.com/p/por-que-las-empresas-americanas-ganan
El coste de las deportaciones masivas que Trump propone podría ascender a cientos de millones de dólares. Por no mencionar los daños colaterales de la escasez de mano de obra y el aumento de los precios al consumo.
Además, las grandes promesas electorales acabarán chocando con la dura realidad del poder. La introducción de aranceles aduaneros universales requerirá la aprobación del Congreso. Sin embargo, algunos representantes republicanos comprometidos con el libre comercio pueden ser reacios a gravar a los aliados cercanos de Estados Unidos. Detener y encarcelar a millones de inmigrantes ilegales será una pesadilla logística. Las agencias federales tendrán que pedir ayuda a los Estados, que muchos se negarán a proporcionar.
Por último, se puede señalar sobre este tema que, en el resto del mundo, tendremos que lidiar con el temperamento volátil del Presidente, que tiene tendencia a deshacerse inesperadamente de las personas que ha nombrado. Es imposible saber, por ejemplo, si su estrecha relación con Elon Musk durará. La única disciplina capaz de contenerle son los mercados, a los que considera el verdadero barómetro del éxito. Por el momento, parecen creer que los aranceles y las expulsiones tendrán escasos efectos adversos. Pero aunque esta predicción fuera válida para Estados Unidos, no satisfará al resto del mundo.
La apertura a la negociación no debe ocultar la magnitud de las ambiciones de Trump. En las conversaciones previas a las elecciones en Washington, los halcones comerciales republicanos han hablado de poner fin a lo que denominan el error de siete décadas de apertura de los mercados estadounidenses a la competencia mundial. Como dijo uno de ellos, no se puede culpar a otros países por construir vastos sectores de exportación y tratar a los estadounidenses como «sus consumidores de último recurso». Tampoco se puede culpar a las empresas estadounidenses por buscar lugares baratos para producir. Pero los costes de la globalización han demostrado ser inaceptablemente altos, y conviene hacer borrón y cuenta nueva. El ideal de Trump sería un comercio equilibrado, aunque la reconstrucción de industrias clave es más importante que el tamaño de cualquier déficit comercial bilateral concreto.
Se acepta que EEUU seguirá comerciando con China en un segundo mandato de Trump. Pero la administración tratará de permitir únicamente el comercio de bienes de consumo y materias primas que no supongan una amenaza. Podría haber cuotas de compra acordadas por ambos gobiernos, mientras que los aranceles generarían nuevos ingresos. Aquí hay una incoherencia: los halcones del comercio afirman que los aranceles no causan inflación porque, en primer lugar, los exportadores chinos han reducido sus precios y absorbido el dolor para mantener su cuota de mercado en Estados Unidos. Estos mismos halcones predicen entonces que los nuevos aranceles elevarán los «precios artificialmente bajos» de los productos chinos, creando incentivos económicos lo suficientemente grandes como para cambiar los flujos comerciales y ayudar a las empresas nacionales a emplear a más estadounidenses.
En el caso de los bienes estratégicos y la tecnología procedentes de China, Trump podría elevar algunos aranceles el primer día, ajustando las sanciones impuestas durante su primer mandato en virtud de la Sección 301 de la legislación comercial estadounidense, que castiga a China por supuestos abusos, incluidas las transferencias forzosas de tecnología. A continuación, podría anunciar una nueva investigación de la Sección 301 para hacer frente a «las nuevas fechorías de China», como dice un halcón. Los aranceles también podrían incorporarse a una ley fiscal federal prevista para 2025, tal vez alegando que compensan los recortes fiscales internos. En cuanto al resto del mundo, Trump podría promulgar una orden ejecutiva que ordenara a su representante comercial examinar todos los déficits comerciales de EEUU.
Los inmigrantes que viven ilegalmente en el país también desempeñan un papel importante en la elaboración de alimentos. Por ejemplo, se calcula que representan entre el 30 y el 50% de los trabajadores de la industria cárnica. Si se expulsa a estas personas, probablemente a la industria alimentaria le resultará muy difícil sustituirlas. Incluso en el mejor de los casos, el sector tendrá que ofrecer salarios mucho más altos. Y, por supuesto, estos salarios se repercutirán en los precios.
Sin embargo, más allá de los desahucios, los efectos económicos no sólo repercuten en los precios de los alimentos, sino también en el coste de la vivienda. Necesitamos construir más. El problema es que los inmigrantes ilegales representan más de una quinta parte de la mano de obra de la construcción. Deportarlos obstaculizaría gravemente los esfuerzos por aumentar la oferta de viviendas.