Nueva Geografía del Gasto de los Consumidores: Un Enfoque de Economía Política
La conducta del consumidor y del comercio minorista que interconecta la arteria comercial principal con las corrientes mundiales, políticas y económicas: 1a Parte
Nueva Geografía del Gasto de los Consumidores: Un Enfoque de Economía Política
Nota: Esta es la primera parte sobre la conducta del consumidor y del comercio minorista que interconecta la arteria comercial principal con las corrientes mundiales, políticas y económicas.
En Francia, el consumo de los hogares representa alrededor del 60% del producto interior bruto, casi el doble que las exportaciones y más del triple que la inversión. Es, por tanto, el principal contribuyente al crecimiento a medio plazo. También constituye la base de la mayor parte de los ingresos fiscales que se destinan a los presupuestos públicos. El consumo de los hogares ocupa, pues, un lugar central en los grandes agregados macroeconómicos, pero su análisis deja algunas zonas grises.
Los datos estadísticos abundan, ya procedan del sistema de Contabilidad Nacional (series mensuales sobre el consumo de los hogares en bienes manufacturados, cuentas trimestrales que proporcionan información sobre el consumo, la renta y el ahorro (véase más), y cuentas anuales que detallan el consumo a nivel fino), de encuestas generales (como la encuesta sobre el “presupuesto familiar”, realizada cada cinco años, con un enfoque armonizado a nivel europeo) o de encuestas especializadas, del sistema estadístico público o del sector privado (“paneles” de consumidores orientados más hacia la investigación de mercado). Sin embargo, la variedad de estas fuentes no siempre proporciona la información necesaria para responder a las preguntas que se plantean los responsables de la toma de decisiones y los analistas.
El consumo final de los hogares y la medición de su evolución
Las cuentas nacionales permiten estudiar la evolución del consumo de una especie de “francés medio”. Proporcionan a la vez resultados agregados y un nivel de detalle bastante elevado. Las series más detalladas distinguen entre 297 artículos. Estos datos están construidos de tal forma que permiten describir la evolución del consumo, producto por producto, año por año. Proporcionan series de volumen y precios (véase más). Por ejemplo, la parte de los productos de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en los presupuestos familiares ha pasado del 1,3% al 4,2%. 100% a 4,2 100% entre 1960 y 2005. Los franceses consumen estos productos en línea con la media europea, pero tienen menos teléfonos móviles en general.
Puede ser de interés lo siguiente:
En la primera mitad de la década de 2000, el acceso a la banda ancha cuadruplicó el número de abonados a Internet (véase más). Pero las convenciones utilizadas para actualizar este tipo de datos son cada vez más difíciles de cumplir. Los productores y los intermediarios comerciales tienden a ofrecer a los consumidores paquetes de productos inseparables y a multiplicar las ventas promocionales y de todo tipo. En consecuencia, la elaboración del índice de precios correspondiente es más compleja, lo que plantea dudas sobre la dirección y la magnitud de las tendencias de volumen de determinados productos (transporte ferroviario y aéreo, telecomunicaciones, etc.). No obstante, las tendencias macroeconómicas son bastante fáciles de interpretar cuando descendemos al nivel más detallado de la nomenclatura de productos. Los cambios en los principales agregados plantean más interrogantes.
Gasto en consumo final
El gasto en consumo final de los hogares mide el valor del gasto de los hogares en bienes y servicios de mercado y no de mercado. Este gasto también incluye el consumo propio de productos alimentarios, las prestaciones proporcionadas por los empresarios a sus empleados o por el ejército a su personal, los alquileres ficticios de viviendas ocupadas por sus propietarios o las viviendas proporcionadas gratuitamente. Los servicios no de mercado registrados en el gasto en consumo final de los hogares incluyen los pagos parciales de los hogares a las autoridades públicas (hospitales, guarderías, centros educativos, museos, teatros, establecimientos para niños o adultos discapacitados) y a las instituciones (véase más) sin ánimo de lucro al servicio de los hogares (sesiones de cine club, espectáculos de aficionados, servicios religiosos, etc.). También se incluyen los servicios domésticos prestados por personal remunerado empleado por los hogares (personal doméstico, niñeras, conserjes y cuidadores de edificios).
Consumo final real
En el Sistema Europeo de Cuentas, base 95 (SEC 95), se define un segundo concepto, el de consumo final real de los hogares. A los gastos de consumo final de los hogares se añade una parte de los gastos a cargo de la colectividad, denominados gastos “individualizables”. Por ejemplo, las sumas gastadas por las administraciones públicas en sanidad y educación se incluyen en el consumo final real de los hogares, pero no los gastos en administración general, defensa nacional o seguridad. Estos últimos se registran en una partida denominada “consumo colectivo” (de las administraciones públicas). Por tanto, la primera definición -gasto en consumo final de los hogares- es más adecuada para estudiar la relación entre renta y consumo.
La segunda definición – consumo final real – es el indicador global para evaluar la evolución del nivel de vida. El consumo final real también permite realizar comparaciones internacionales, ya que la parte socializada del consumo varía mucho de un país a otro. Pero a pesar de su relevancia, tanto el gasto en consumo final como el consumo final real luchan por aproximarse al bienestar derivado por los hogares de su actividad de consumo.
Encuestas sobre el presupuesto de los hogares y escalas de equivalencia
Las encuestas de hogares son esenciales para poner de relieve las disparidades dentro de la población, ya sean demográficas, geográficas, económicas o sociales. Sin embargo, los datos de las encuestas deben abordarse con cautela. Además de los tradicionales efectos de la memoria, existen confusiones entre francos y euros, y problemas de extrapolación al año de los datos observados a partir de cuadernos que registran los gastos de dos semanas, lo que hace que su utilización en términos microeconómicos sea arriesgada. Por último, los datos así obtenidos no son directamente comparables debido a la diversidad de la composición de los hogares. Se han previsto varios métodos para superar esta dificultad.
Consumo per cápita
El consumo per cápita clasifica exhaustivamente los hogares, del más pobre al más rico, dividiendo el gasto total del hogar por el número de miembros del mismo. Se considera entonces que cada individuo del hogar tiene el mismo peso, independientemente de su sexo o edad. Este procedimiento, sencillo de aplicar, tiene un grave defecto desde el punto de vista del análisis de las disparidades: equivale a rechazar el impacto de las economías de escala. Vivir con varias personas -lo que constituye una razón especialmente poderosa para que los más pobres vivan juntos- permite reducir ciertas partidas de gastos. Con el mismo nivel de consumo, una pareja sólo gasta 1,3 veces más en vivienda y calefacción que una persona sola. El equipamiento de la cocina no es más caro para una persona sola o para una familia numerosa.
Mi equipo y yo hemos escrito este artículo lo mejor que hemos podido, teniendo cuidado en dejar contenido que ya hemos tratado en otros artículos de esta revista. Si cree que hay algo esencial que no hemos cubierto, por favor, díganoslo. Le estaré, personalmente, agradecido. Si cree que merecemos que comparta este artículo, nos hace un gran favor; puede hacerlo aquí:
Escalas de equivalencia
Se han definido escalas de equivalencia para tener en cuenta el ahorro vinculado al tamaño y la composición de la familia. La más famosa es la escala Oxford: el primer adulto del hogar se contabiliza como una unidad de consumo (UC), el adulto adicional como 0,7 UC y el niño menor de 14 años como 0,5 UC. Otra escala de uso común, que se utilizó inicialmente para calcular el número de niños pobres basándose en la encuesta de “presupuesto familiar” del I.N.S.E.E. de 1995, se conoce como “O.C.D.E. modificada”. Concede menos peso tanto a los demás adultos (0,5 CU) como a los niños menores de 14 años (0,3 CU). Las razones para preferir esta escala a la de Oxford residen en la evolución de la composición del gasto en los presupuestos familiares. Desde los años 50, el gasto individual en artículos como la alimentación y la ropa ha disminuido en favor del gasto colectivo en equipamiento y vivienda. Como consecuencia, se ha producido una tendencia hacia mayores economías de escala para los hogares más grandes.
Por tanto, el nivel de vida de las familias numerosas se ve relativamente favorecido por los cambios en la sociedad (véase más).
Medir las desigualdades en el consumo
Para tener en cuenta las desigualdades en las necesidades causadas por las diferencias en el tamaño de los hogares, el análisis no tiene más remedio que utilizar factores correctores como las “escalas de equivalencia” o las “unidades de consumo”. Sin embargo, las encuestas no dicen casi nada sobre la distribución de ingresos entre los individuos de un mismo hogar. En este sentido, los estadísticos aún no disponen de distribuciones del consumo que puedan utilizarse para evaluar la desigualdad del consumo.
Todas estas imperfecciones del sistema de medición explican por qué se repiten ciertas controversias en la opinión pública. Desde los años noventa, en muchos países occidentales se observa un desfase creciente entre, por un lado, las medidas propuestas por los estadísticos para variables sintéticas como el nivel de vida y el poder adquisitivo (véase más) y, por otro, las representaciones espontáneas de los interesados, retomadas por los medios de comunicación y los políticos. Las disparidades “mesoeconómicas”, que reflejan las diferencias de consumo medio entre estratos de población homogéneos en cuanto a los principales descriptores sociodemográficos, dan lugar a hechos estilizados menos controvertidos. Economistas y sociólogos se han sumergido en la interpretación de todos estos datos, pero cada uno con las herramientas propias de su disciplina, lo que dificulta la elaboración de una síntesis de sus trabajos. No es tan fácil conciliar a John Maynard Keynes y Jean Baudrillard …
La división de la renta entre consumo y ahorro
Incluso sólo dentro de la comunidad de economistas, el análisis del consumo ha sido objeto de debate. La principal división ha sido durante mucho tiempo entre keynesianos y monetaristas sobre la naturaleza de la renta que determina el consumo de los hogares.
Renta corriente, renta permanente y ahorro por precaución
Para los keynesianos, la tarea de los poderes públicos consistía en estimular el consumo aumentando la renta corriente, ya que el desempleo, azote del capitalismo, estaba causado por una demanda efectiva insuficiente. Para los monetaristas, seguidores de Milton Friedman, esta intervención del Estado perturba la eficacia de los mecanismos del mercado (en economía). En su teoría de la renta permanente, Friedman postula que los consumidores deciden el nivel de sus gastos en función de la renta media que esperan obtener durante un largo periodo. Franco Modigliani y Richard Brumberg, siguiendo esta lógica, definen el horizonte de esta planificación familiar a lo largo de todo su ciclo vital. El consumo depende entonces de la suma descontada de todos los recursos futuros, y no de la renta actual como en las teorías keynesianas.
Este último enfoque también es cuestionado. La temporalidad del comportamiento financiero de los hogares se ha incorporado a los modelos microeconómicos de forma más compleja, en términos de división entre renta y ahorro. Desde este punto de vista, se concibe que los hogares tienen en cuenta las incertidumbres sobre sus ingresos futuros y sobre si tendrán fácil acceso al crédito (véase más). Su consumo corriente se modula así mediante el ahorro por precaución.
Suavizar el consumo en función de la renta
La mayoría de los estudios basados en series temporales o en datos individuales confirman que la renta es el principal determinante del consumo al nivel más agregado. Desde principios de los años 80, por ejemplo, el nivel de vida no ha dejado de aumentar en Francia. 1993 fue un año excepcional de regresión. Es cierto que el crecimiento durante este periodo se ralentizó en comparación con las dos décadas anteriores. Las tendencias del consumo son bastante similares a las de los ingresos, aunque son más suaves que éstas, ya que los hogares intentan mantener su consumo a un nivel relativamente estable recurriendo a sus ahorros y al crédito: en particular, durante los años en los que el poder adquisitivo cayó, el consumo siguió creciendo a medida que los hogares recurrían a sus ahorros financieros.
Con el tiempo, en casi todos los países de la OCDE, el consumo y la renta crecen en las mismas proporciones, lo que parece ser una especie de condición de equilibrio a largo plazo, en la que los tipos o tasas de interés corrigen el exceso o la insuficiencia de ahorro.
El horizonte temporal del hogar
El horizonte temporal del hogar es objeto de otros estudios que cuestionan el anterior enfoque basado en el ciclo vital. El comportamiento precavido, una característica de los modelos con ahorro por precaución, modifica el perfil del consumo a lo largo del ciclo vital. En estos nuevos modelos, que tienen en cuenta la incertidumbre de los ingresos, el carácter arriesgado de los ingresos futuros tiende a reducir el consumo, principalmente de bienes duraderos. También ponen en tela de juicio el horizonte del ciclo vital utilizado en los modelos pioneros propuestos por Milton Friedman y Franco Modigliani. Entonces, ¿qué horizonte temporal tienen en cuenta los hogares a la hora de determinar su nivel de consumo? Si bien existe un acuerdo unánime en rechazar la idea de que sean únicamente los ingresos corrientes los que se tengan en cuenta y determinen el consumo, hay menos consenso sobre la duración del periodo que debe considerarse, dado el funcionamiento real de los mercados financieros: el año se rechaza unánimemente como demasiado corto, al igual que la vida, por la razón contraria. Pero el acuerdo no va más allá, y el periodo a considerar depende de los autores, perfilándose quizás una tendencia a favor de una duración de algunos años, entre 5 y 10 años.
Creo que una de las mejores cosas de escribir online es que el lector (usted) puede dar su opinión, y que el autor (mi equipo y yo) puede recibir "feedback". Pero todo empieza con un comentario suyo:
Entre la prudencia y la preferencia por el presente
Tampoco existe un debate claro sobre el ahorro por precaución. Mientras que los hogares se protegen de las incertidumbres sobre el futuro acumulando ahorros por precaución, sus preferencias temporales pueden tener efectos en sentido contrario. Los que están impacientes por consumir reducen su ahorro de precaución a nada más que un fondo de contingencia (buffer-stock) que actúa como amortiguador sin proteger su consumo futuro de situaciones restrictivas (endeudamiento, desempleo, etc.). ¿Cómo combinar los dos efectos opuestos de la preferencia por el presente y la prudencia? En el estado actual de sus trabajos, los economistas no están en condiciones de proponer un conjunto mínimo de parámetros que deban conservarse, y menos aún valores estimados que deban proporcionarse para representarlos, mientras que las consecuencias en términos de consumo y ahorro dependen esencialmente de estos valores.
Aportaciones de la sociología de los estilos de vida
Mientras que el reparto de la renta entre el consumo y el ahorro está en el centro de la investigación microeconómica, la distribución de los gastos de consumo en los presupuestos familiares ha sido objeto de estudio sociológico desde los trabajos de Maurice Halbwachs sobre las familias obreras a principios del siglo XX. Entre las características de los hogares, la renta es el principal determinante del consumo agregado. Pero cuanto más se profundiza en el detalle por productos, más se observa la influencia de otros factores sociodemográficos, en primer lugar la edad (con su polisemia intrínseca, “efecto de estructura de edad” y “efecto de generación”), el tipo de vivienda o la participación de la mujer en la población activa. El “francés medio” descrito por la Contabilidad Nacional oculta de hecho una heterogeneidad de gustos y aspiraciones. Las reflexiones sobre el modo en que surgen los gustos y se conforman las preferencias, irrelevantes para los macroeconomistas, vuelven a ser pertinentes en los planteamientos de los micro-economistas y, sobre todo, en los de los sociólogos.
Esta extensión a la sociología también es necesaria para interpretar la evolución pasada y predecir la futura en determinados países. La forma en que cambiaron los estilos de vida en Francia, por ejemplo, entre los años 80 y los 2000, ilustra especialmente este enfoque, que reconoce la existencia de cambios en las preferencias que son imposibles de medir directamente.
Ropa, transporte, alimentación
El gasto en ropa es una de las partidas de crecimiento más lento. Las personas mayores son las menos propensas a renovar su guardarropa, y el envejecimiento de la población explica en parte la caída de este sector. Los jóvenes, en cambio, son los más propensos a necesitar ropa nueva, y su situación económica penaliza sus compras. En comparación con las generaciones anteriores de la misma edad, dependen durante más tiempo de los recursos de sus padres y su situación laboral tarda más en estabilizarse. El envejecimiento de la población y la dependencia económica de los jóvenes tienen el mismo efecto, provocando el estancamiento del gasto en ropa.
Basado en la experiencia de varios autores, mis opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros lugares de esta plataforma, respecto a las características en 2024 o antes, y el futuro de esta cuestión):
La vivienda es otro ámbito cuyas características cambiantes están repercutiendo, esta vez en el equipamiento de transporte. Durante el mismo periodo, los hogares se trasladaron en masa a las afueras de las grandes aglomeraciones urbanas. Como el transporte público sólo alcanzó esta tendencia con retraso, esta situación fue muy favorable al automóvil, tanto para los desplazamientos al lugar de trabajo como para las compras en los supermercados y las actividades de ocio.
El rápido aumento del empleo remunerado entre las mujeres, incluidas las madres, ha provocado una reducción del tiempo dedicado a las tareas domésticas. El horno microondas ahorra tiempo en la cocina, mientras que los productos alimenticios listos para consumir son cada vez más comunes.
En un texto se ofrece una visión general de la evolución reciente del modelo de renta permanente del ciclo vital en condiciones de incertidumbre, partiendo del caso de la equivalencia de certidumbre y considerando el ahorro por precaución, el funcionamiento de los mercados de seguros y de crédito y las estructuras de preferencias no estándar.
En general, el hogar se comporta como una empresa. Las tareas más arduas están siendo sustituidas por actividades asistidas por máquinas. Como consecuencia, la demanda de equipamiento ha aumentado tanto en el sector de los electrodomésticos como en el audiovisual. El cine y los espectáculos en directo se han enfrentado a la competencia del ocio doméstico.
El contexto cultural del país
Un examen de la estructura del presupuesto medio revela diferencias entre países con el mismo nivel de vida. En el Reino Unido, por ejemplo, el gasto en ocio representa una proporción mayor del presupuesto que en Francia. Al mismo tiempo, el gasto en sanidad es relativamente menor en el Reino Unido que en Francia. Por lo tanto, la renta por sí sola no basta para comprender las características específicas del consumo de un país.
El modo o estilo de vida debe tenerse en cuenta en las comparaciones internacionales. La cultura nacional, ya sea descrita como una especificidad que hay que defender o como una inercia condenada a desaparecer, estandariza las prácticas de consumo en todo el país. Los gustos alimentarios, formados en la infancia, fidelizan a los comensales adultos a los productos locales. Las actividades de ocio siguen organizándose según ritmos colectivos, cuyo significado puede haber cambiado pero cuya estacionalidad persiste, programando el periodo de desplazamientos por la región y sus destinos. Aunque las reglas que rigen las visitas a parientes y amigos y todos los rituales colectivos (fiestas, intercambio de regalos, etc.) son informales, estas normas son muy estables de una generación a otra. Evidentemente, es muy importante tener en cuenta estos factores culturales a la hora de analizar comparaciones más detalladas.
Precio y demanda de los consumidores
Tan esenciales como la renta y el estilo de vida, los precios son el tercer dato del que dependen las tendencias de consumo. Su análisis no se basa únicamente en el comportamiento de los consumidores. También hay que tener en cuenta a los productores para comprender los cambios en los precios relativos, así como las características del entorno institucional, ya que es la interacción (en las ciencias humanas) entre todos estos agentes a través de los mercados la que determina los precios y las cantidades producidas y consumidas.
Factores de la variación de los precios relativos
Los precios relativos, al igual que los volúmenes comercializados, varían con el tiempo como consecuencia de varios factores:
Los vinculados a los costes de producción económica (véase más). Algunos productos, que se benefician de innovaciones técnicas en su producción o de economías de escala (se trata a menudo de bienes industriales), verán bajar su precio relativo, mientras que otros sufrirán los efectos del encarecimiento de ciertos factores de producción (en particular los servicios que requieren una mano de obra cualificada escasa) o de las fluctuaciones de los precios mundiales.
Las vinculadas a los cambios en la estructura del mercado (tendencia a la competencia o al oligopolio) o a los cambios en la reglamentación gubernamental.
Las ligadas, por supuesto, a los cambios en la demanda (cambios en los gustos individuales ligados a la vivienda, la estructura demográfica de la población, la participación de hombres y mujeres en la mano de obra, los cambios en la percepción de las limitaciones presupuestarias o de otro tipo).
Un producto sigue un itinerario que se describe por la evolución simultánea de su precio y su volumen. Los productos siguen diversas rutas. Las largas series de consumo de las Cuentas Nacionales pueden servir de nuevo de ilustración. Existen cuatro tendencias opuestas.
Tipos de tendencias de los productos
La primera dirección es la de los productos de gran consumo, cuyo precio relativo no deja de bajar y cuyo volumen crece. En Francia, desde los años 80, algunos ejemplos son los productos lácteos frescos, las gafas de sol, los aparatos telefónicos, los ordenadores domésticos y las visitas al médico. Para estos cinco productos, la interpretación es similar: coexisten un aumento de la demanda y un aumento de la oferta durante el mismo periodo. El acceso a estos bienes o servicios se ha visto facilitado por la mejora de las condiciones de producción (costes más bajos, márgenes más reducidos debido a la gran distribución) o por políticas públicas destinadas a equilibrar las cuentas de las aseguradoras (visitas al médico). Además, por razones específicas de cada uno de estos productos (convicciones dietéticas o necesidades de comunicación), estos cinco bienes o servicios tienen características acordes con la demanda. Por tanto, su distribución se ha convertido en un fenómeno de masas.
La segunda dirección es la que siguen los productos más antiguos en busca de un nicho, cuyo precio aumenta sin cesar y cuyo volumen disminuye. En Francia, este ha sido el caso desde los años 80 de las patatas, la ropa a medida, la ropa de hogar, los coches comedor y los cines. La oferta y la demanda se combinan para acelerar el declive de estos bienes y servicios: al caer la demanda, asistimos a una especie de círculo vicioso, ya que los costes aumentan debido a un proceso que invierte las economías de escala, lo que conduce mecánicamente a su vez a la caída de los volúmenes. Los productores también pueden reaccionar aumentando los precios relativos, centrándose de nuevo en la gama alta y explotando los “nichos”. En estos casos, la reducción de los volúmenes es menor que la reducción de las cantidades físicas debido al efecto calidad. Es también en esta categoría donde encontramos los productos que son objeto de políticas públicas destinadas a reducir el consumo, como podemos ver en el ejemplo del tabaco, aplicadas cuando la salud pública lo requiere.
Una tercera dirección es la de los productos de gran potencial cuyo precio y volumen crecen sin cesar. En Francia, las ambulancias, las agencias de viajes, los aparcamientos, el asesoramiento financiero y fiscal, los cuidados corporales y las comidas preparadas son ejemplos de estos productos en expansión, pero su volumen habría evolucionado aún más favorablemente si la demanda no se hubiera visto frustrada por el aumento de los precios relativos. La explicación es probablemente que la demanda aumenta, pero los productores se ven obligados a subir los precios relativos, bien porque hay factores de producción escasos (aparcamientos en el centro de las ciudades) cuyos precios suben, bien porque, en una situación de mercado no competitiva (ambulancias con licencia), la maximización de los beneficios lleva a limitar la demanda potencial manteniendo los precios altos.
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Un cuarto y último tipo de ruta es el de los productos obsoletos: la carne de caballo, los muebles, la gasolina corriente y las caravanas, cuyos precios y volúmenes no han dejado de bajar desde los años ochenta. Probablemente haya una caída de la demanda, pero no una reacción real de los productores ni deseconomías de escala significativas. En este caso, los muebles proceden de la industria tradicional de la madera. La demanda se está desplazando hacia los muebles en kit, que los hogares van modificando a medida que cambia su composición y la edad de sus hijos. Las autocaravanas están sustituyendo a las caravanas, que son más difíciles de mover cuando, con la ampliación de las vacaciones y el aumento de las escapadas cortas, los hogares quieren variar sus destinos de viaje.
Estos productos son a menudo obsoletos desde el punto de vista de los hogares, bien porque existen en el mercado sustitutos más acordes con su estilo de vida o su equipamiento (los fabricantes de automóviles recomiendan la gasolina sin plomo en lugar de la gasolina normal), bien porque, incluso sin competidores directos, su uso se está perdiendo (carne de caballo). Su declive podría haber sido aún más acusado si la tendencia a la baja de su precio relativo no hubiera sostenido el consumo.
Explicar los cambios en el consumo significa, por tanto, comprender cómo la demanda se desplaza de unos productos a otros, cómo los productores, aprovechando el descubrimiento de nuevos recursos y los inventos de la ciencia y la tecnología, renuevan periódicamente su oferta, y cómo se regulan los mercados mediante la acción de los Estados y los acuerdos comerciales internacionales.
Un marco para el análisis económico y sociológico
Sobre la base de lo anterior, podemos identificar tres elementos que intervienen simultáneamente en las elecciones de los consumidores y en su evolución, y que desde un punto de vista analítico requieren la coordinación del análisis económico y sociológico.
El concepto “consumidor-productor
Como hemos visto con el equipamiento del hogar y los productos agroalimentarios, que han transformado el trabajo doméstico del hogar, las elecciones de consumo deben examinarse teniendo en cuenta que el consumidor es también un “productor”. Siguiendo los pasos de economistas como Gary Becker y Kevin Lancaster, o del sociólogo Jonathan Gershuny, los bienes adquiridos deben ser transformados, en particular por el trabajo doméstico, antes de poder ser consumidos y generar así utilidad.
Los hogares se caracterizan, por tanto, por sus gustos y sus capacidades productivas. Dispone de dos recursos escasos, el tiempo y el dinero. Maximiza su utilidad bajo restricciones (función de producción, presupuesto, tiempo disponible) y el resultado de la optimización conduce a elecciones de consumo por artículos y a asignaciones de tiempo, en particular una oferta de trabajo. La referencia al concepto de consumidor-productor que utiliza el tiempo para transformar los bienes adquiridos en el mercado en bienes de consumo, argumentos directos de utilidad, permite encuadrar mejor el debate entre los que defienden un análisis del consumo en su conjunto, incluyendo en particular un contravalor de la producción doméstica, y los que se contentan con observar el gasto.
La temporalidad de las elecciones de consumo
Las elecciones de consumo no son las únicas decisiones que tienen que tomar los consumidores. Forman parte de un conjunto más amplio de elecciones, más o menos interdependientes, pero algunas de las cuales puede considerarse que preceden a otras. No son fáciles de cambiar rápidamente y constituyen limitaciones a corto plazo para el consumo. Las más decisivas para el consumidor son la duración de la educación y, más en general, el grado de inversión en capital humano, la elección de tener o no un trabajo remunerado y la elección de la ocupación, las decisiones sobre si casarse o no y la fecundidad, y la ubicación del hogar.
Una vez tomadas las dos primeras decisiones, sólo podrán modificarse excepcionalmente con posterioridad. Los compromisos demográficos y geográficos ocupan el segundo lugar en la jerarquía. Adoptados relativamente pronto, también son relativamente difíciles de cambiar, pero menos que las elecciones profesionales. Hablamos de elecciones de estilo de vida a medio plazo. A corto plazo, actúan como limitaciones en las elecciones de consumo diario.
El marco temporal de un agente que vive a lo largo de varios periodos, y que debe hacer frente a la incertidumbre, permite abordar la cuestión del comportamiento del ahorro (así como el más o menos relacionado con las transferencias intergeneracionales, incluidos los regalos y otras herencias), y la de la compra de bienes duraderos. También permite comprender mejor las cuestiones que plantea un enfoque diacrónico de la desigualdad (que abarca todo el ciclo vital) frente a una visión sincrónica (limitada a un único periodo).
El marco institucional
Por último, la decisión de consumo se toma dentro de un marco institucional determinado. Los mercados no sólo ponen frente a frente a consumidores y productores, sino que también implican a otros agentes, en primer lugar el Estado y las convenciones, como las relativas al comercio internacional o exterior. Además, no todos los mercados son competitivos. Para algunos bienes o servicios, la competencia es imperfecta. Las empresas que mantienen en secreto la información sobre el coste de sus servicios pueden cobrar precios elevados por ellos. Ante una situación de este tipo, las autoridades públicas francesas han creado la “Autorité de Régulation des Communications Electroniques et des Postes”. Este organismo, que examina en particular la tarificación de los servicios de telefonía, ha podido sancionar a las empresas que cobran tarifas excesivas.
Precisamente porque los tres fenómenos que acabamos de mencionar actúan simultáneamente, debemos tener cuidado de no confundir demasiado rápidamente los cambios en el consumo con los cambios en los gustos de los consumidores. Podemos observar cambios importantes en los patrones de consumo sin que se produzca ningún cambio en las preferencias de los consumidores. Debemos tener cuidado de no precipitarnos al anunciar el nacimiento de un “nuevo consumidor”, cuando lo que realmente está en juego es una reacción a cambios en el entorno, en los ingresos y precios relativos entre otras cosas, o un simple cambio en la estructura de la población.
"Así son las cosas. Tómese un momento para considerar esta afirmación. Piénselo de verdad. Enviamos a una especie a la carnicería y damos nuestro amor y amabilidad a otra aparentemente sin otra razón que porque así son las cosas . Cuando nuestras actitudes y comportamientos hacia los animales son tan incoherentes, y esta incoherencia es tan poco examinada, podemos decir sin temor a equivocarnos que hemos sido alimentados con absurdos. Es absurdo que comamos cerdos y amemos a los perros y ni siquiera sepamos por qué. Muchos de nosotros pasamos largos minutos en el pasillo de la farmacia reflexionando sobre qué pasta de dientes comprar. Sin embargo, la mayoría no dedicamos tiempo alguno a pensar qué especie animal comemos y por qué. Nuestras elecciones como consumidores impulsan una industria que mata diez mil millones de animales al año sólo en Estados Unidos. Si elegimos apoyar esta industria y la mejor razón que se nos ocurre es porque así son las cosas, está claro que algo falla. ¿Qué puede hacer que toda una sociedad de personas deje de pensar yni siquiera se dé cuenta de que lo está haciendo? Aunque esta pregunta es bastante compleja, la respuesta es muy sencilla: el carnismo".
- Melanie Joy (Por qué amamos a los perros, comemos cerdos y vestimos vacas: una introducción al carnismo)
"Los deseos más preciados de los occidentales actuales están moldeados por mitos románticos, nacionalistas, capitalistas y humanistas que existen desde hace siglos. Los amigos que dan consejos suelen decirse: 'Sigue a tu corazón'. Pero el corazón es un agente doble que suele tomar sus instrucciones de los mitos dominantes del momento, y la propia recomendación de 'seguir a su corazón' fue implantada en nuestras mentes por una combinación de mitos románticos del siglo XIX y mitos consumistas del siglo XX. La empresa Coca-Cola, por ejemplo, ha comercializado la Coca-Cola Light en todo el mundo bajo el eslogan 'Coca-Cola Light. Haz lo que te haga sentir bien'. Incluso lo que la gente considera sus deseos más personales suelen estar programados por el orden imaginario. Consideremos, por ejemplo, el deseo popular de irse de vacaciones al extranjero. No hay nada natural u obvio en ello. A un macho alfa chimpancé nunca se le ocurriría utilizar su poder para ir de vacaciones al territorio de una banda de chimpancés vecina. La élite del antiguo Egipto gastaba sus fortunas construyendo pirámides y haciendo momificar sus cadáveres, pero a ninguno de ellos se le ocurrió ir de compras a Babilonia o tomarse unas vacaciones de esquí en Fenicia. Hoy en día, la gente gasta mucho dinero en vacaciones en el extranjero porque son verdaderos creyentes de los mitos del consumismo romántico. El romanticismo nos dice que para aprovechar al máximo nuestro potencial humano debemos tener tantas experiencias diferentes como podamos. Debemos abrirnos a un amplio espectro de emociones; debemos probar varios tipos de relaciones; debemos probar diferentes cocinas; debemos aprender a apreciar diferentes estilos de música. Una de las mejores formas de hacer todo eso es liberarnos de nuestra rutina diaria, dejar atrás nuestro entorno familiar e irnos de viaje a tierras lejanas, donde podamos "experimentar" la cultura, los olores, los sabores y las normas de otras personas. Escuchamos una y otra vez los mitos románticos sobre "cómo una nueva experiencia me abrió los ojos y cambió mi vida". El consumismo nos dice que para ser felices debemos consumir tantos productos y servicios como sea posible. Si sentimos que nos falta algo o que no está del todo bien, probablemente necesitemos comprar un producto (un coche, ropa nueva, comida ecológica) o un servicio (limpieza de la casa, terapia de pareja, clases de yoga). Cada anuncio de televisión es otra pequeña leyenda sobre cómo el consumo de algún producto o servicio mejorará nuestra vida. 18. La Gran Pirámide de Giza. El tipo de cosas que los ricos del antiguo Egipto hacían con su dinero. El romanticismo, que fomenta la variedad, encaja perfectamente con el consumismo. Su matrimonio ha dado lugar al infinito "mercado de experiencias", en el que se basa la industria turística moderna. La industria turística no vende billetes de avión ni habitaciones de hotel. Vende experiencias. París no es una ciudad, ni la India un país - ambos son experiencias, cuyo consumo se supone que amplía nuestros horizontes, realiza nuestro potencial humano y nos hace más felices. En consecuencia, cuando la relación entre un millonario y su esposa atraviesa un bache, él la lleva a un costoso viaje a París. El viaje no es el reflejo de un deseo independiente, sino de una ardiente creencia en los mitos del consumismo romántico. Un hombre rico del antiguo Egipto nunca habría soñado con resolver una crisis de pareja llevando a su mujer de vacaciones a Babilonia. En su lugar, podría haber construido para ella la suntuosa tumba que siempre había deseado. Al igual que la élite del antiguo Egipto, la mayoría de la gente en la mayoría de las culturas dedica su vida a construir pirámides. Sólo los nombres, las formas y los tamaños de estas pirámides cambian de una cultura a otra. Pueden adoptar la forma, por ejemplo, de una casita suburbana con piscina y césped siempre verde, o de un ático reluciente con unas vistas envidiables. Pocos cuestionan los mitos que nos hacen desear la pirámide en primer lugar".
- Yuval Noah Harari (Sapiens: una breve historia de la humanidad)