La economía del dinero, la banca y los mercados financieros
Los conceptos, modelos y cuestiones económicas clave en el ámbito bancario
y sobre los "Efectos del Banco Central sobre la Economía".
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La Economía Bancaria (Financiera)
Nota: Véase también acerca de un concepto sobre economía.
La economía bancaria tradicional se ocupaba esencialmente de los vínculos entre el dinero y el crédito a nivel macroeconómico y, en particular, de los mecanismos de transmisión de la política monetaria aplicada por el banco central. El enfoque moderno, que se desarrolló a partir de principios de los años 80 y que presentamos aquí, adopta un punto de vista más microeconómico, estudiando en detalle el comportamiento individual de los bancos frente a los cambios de su entorno competitivo y reglamentario.
La investigación reciente en economía bancaria ha examinado tres cuestiones principales. ¿Cuál es el papel específico de los bancos en relación con los mercados financieros? ¿Cuáles son las razones de la fragilidad bancaria o, en otras palabras, por qué se producen tantas crisis bancarias? Y por último, ¿cuáles son las justificaciones y las modalidades deseables de intervención pública en el sector bancario? El desarrollo sin precedentes de los mercados financieros en las últimas décadas ha obligado a los intermediarios financieros a evolucionar de forma significativa, sin que ello reste pertinencia a estas tres preguntas.
El papel específico de los bancos en la financiación de la economía
El papel de los bancos en la economía estaba claro y bien establecido mientras los mercados financieros estaban poco desarrollados, porque eran los únicos capaces de proporcionar liquidez y servicios de crédito a las empresas y los hogares. El desarrollo sin precedentes de los mercados financieros, que comenzó en los países anglosajones a finales de los años 70, llevó a algunos economistas a cuestionar la especificidad de la financiación bancaria frente a la financiación directa y la supervivencia de los bancos tradicionales. Se han esgrimido varios argumentos.
Economías de escala y de alcance
En todos los sectores empresariales, no sólo en los servicios financieros, la función de los intermediarios es explotar las economías de escala o de alcance. Las economías de escala significan que una empresa es más eficiente cuando aumenta el volumen de sus actividades. Las economías de alcance se producen cuando una empresa es más eficiente cuando aumenta el número de sus actividades. El ejemplo más sencillo es el de un supermercado, que compra al por mayor a sus proveedores a bajo precio (economías de escala) y ofrece a sus clientes toda una gama de productos en un solo lugar (economías de alcance).
De este modo, los bancos utilizan sus redes para explotar las economías de alcance entre diferentes actividades (captación de ahorros, gestión de medios de pago, cambio de divisas, oferta de productos de seguros, servicios de inversión en valores mobiliarios, servicios de asesoramiento en gestión de patrimonios, etc.). Además, la relación prestamista-prestatario se ve fundamentalmente perturbada por problemas de asimetría de la información: el prestatario dispone de más información que el prestamista sobre sus propias posibilidades de reembolso, la calidad de los proyectos que pretende financiar y su capacidad para llevarlos a cabo. En consecuencia, la obtención de información sobre sus clientes representa un reto considerable para el banco. Los clientes que desean obtener un préstamo suelen ser también depositantes del banco. Por lo tanto, el banco obtiene información sobre la situación financiera de sus clientes como parte de su gestión de las cuentas de depósito. Esto crea economías de escala entre la gestión de depósitos y la concesión de préstamos. Dados los elevados costes fijos de las sucursales bancarias (costes de instalación y funcionamiento, costes de personal, etc.), la captación de ahorros también ofrece economías de escala, al menos hasta un cierto nivel de actividad. Esto explica el importante papel que han desempeñado hasta la fecha las grandes redes bancarias.
Diversificación del riesgo
La diversificación del riesgo lograda por los bancos es también un factor importante de las economías de escala. Un inversor prudente suele tratar de diversificar sus inversiones, en consonancia con el viejo adagio de que no hay que poner todos los huevos en la misma cesta. Debido a la indivisibilidad (no se puede comprar media acción o medio bono), cuanto mayor sea la cantidad a invertir, mejores serán las oportunidades de diversificación. Por tanto, un intermediario financiero que capte fondos de un gran número de inversores podrá diversificar el riesgo en mucha mayor medida que un inversor individual. Del mismo modo, un banco con un gran número de depositantes puede permitirse mantener sólo una fracción limitada de los depósitos en reserva (para cubrir las retiradas de estos depositantes), invirtiendo el resto en activos a largo plazo de mayor rendimiento. En este sistema de reserva fraccionaria, la cantidad de reservas necesarias para cubrir las necesidades de liquidez de los depositantes con una probabilidad dada crece menos rápidamente que el volumen total de depósitos. La fracción de depósitos que el banco tendrá que mantener en reserva (para limitar su riesgo de liquidez a un determinado umbral) es, por tanto, menor para los bancos de mayor tamaño. Como estas reservas de liquidez tienen un coste de oportunidad para el banco (ya que están peor remuneradas que las inversiones a largo plazo), el banco será tanto más eficiente si puede atraer un gran volumen de depósitos. Esta diversificación, ligada a la ley de los grandes números, es aprovechada de hecho por todos los intermediarios financieros: bancos, pero también compañías de seguros y organismos de inversión colectiva en bolsa.
Financiación de las pequeñas y medianas empresas
Otro tipo de diversificación desempeña un papel importante en una actividad específica de los bancos: la financiación de las pequeñas y medianas empresas (y de los hogares) que no pueden endeudarse directamente en los mercados, en particular porque les resulta más difícil que a las grandes empresas cuya reputación ya está consolidada identificarse ante los mercados (problemas de información asimétrica). El proceso de financiación consta de cuatro etapas importantes: la captación de fondos (de depositantes o pequeños inversores); la selección de los prestatarios (para descartar a los demasiado arriesgados); el seguimiento de sus actividades (para evitar malas elecciones de inversión o incluso la malversación de fondos por parte de los prestatarios); y, por último, el cobro de las deudas (eventualmente con un procedimiento contencioso en caso de impago).
En la medida en que una parte muy importante de su financiación es a corto plazo, los bancos están a merced de una retirada masiva de sus depositantes en caso de mal rendimiento de sus activos.
Solvencia del prestatario y racionamiento del crédito
Bengt Holmström y Jean Tirole sugieren que este mecanismo de diversificación es siempre imperfecto (debido a las correlaciones entre los rendimientos de las inversiones bancarias). A continuación, muestran la necesidad de imponer a los bancos una cantidad mínima de capital que sea proporcional al volumen de sus activos de riesgo. Esta recomendación está en consonancia con la normativa que obliga a los bancos a disponer de una cantidad mínima de capital, cantidad que depende del volumen y del riesgo de los activos que posea el banco (véase Normativa prudencial y supervisión bancaria). De este modo, no sólo podemos limitar la probabilidad de quiebra de un banco, sino también animar a sus accionistas a vigilar de cerca la política de inversión de su institución. En efecto, como en todas las relaciones prestamista-prestatario obstaculizadas por problemas de información asimétrica, la exigencia de un nivel mínimo de autofinanciación (en este caso, fondos propios) incentiva al prestatario (en este caso, el banco) a realizar los esfuerzos necesarios para garantizar el éxito de sus inversiones, lo que tranquiliza a los prestamistas (en este caso, los depositantes).
El papel específico de los bancos en la financiación de la economía es, pues, esencialmente doble: la transformación del ahorro líquido de los hogares en inversiones a largo plazo y la financiación de las pequeñas y medianas empresas que no tienen acceso a los mercados financieros por razones de información asimétrica. Estas actividades son una fuente importante de fragilidad para los bancos. De forma recurrente, los sistemas bancarios de la mayoría de los países sufren grandes pérdidas y muchos bancos quiebran. Es esencial estudiar estas crisis bancarias.
¿Por qué hay tantas crisis bancarias?
En las décadas de 1980, 1990 y 2000 se produjo una impresionante oleada de crisis bancarias y financieras que afectó a un gran número de países. En 1996, Carl-Johan Lindgren, Gillian Garcia y Matthew Saal estimaron que alrededor de tres cuartas partes (131 de 181) de los países miembros del Fondo Monetario Internacional (FMI) habían sufrido graves problemas bancarios entre 1980 y 1995. Las pérdidas acumuladas debidas a estas crisis son considerables: otro estudio del I.M.F. (1998) estima el coste medio por país de cada una de estas crisis en torno al 12% del PIB. 100 del PIB anual. Esta cifra se superó con creces en crisis posteriores en países como Japón, Argentina, Indonesia, Corea del Sur, Malasia y Grecia, por no hablar de la crisis mundial de 2008. Veamos, pues, las principales causas de la fragilidad bancaria y las posibles formas de remediarlas.
Riesgos asociados a la actividad de transformación
Los bancos son empresas frágiles, cuyas quiebras resultan a veces muy costosas para sus accionistas, sus clientes y a menudo incluso para los contribuyentes. La razón fundamental de esta fragilidad es el sistema de reserva fraccionaria, que permite a los bancos transformar activos líquidos a corto plazo (depósitos a la vista, que pueden retirarse en cualquier momento) en activos ilíquidos a largo plazo (préstamos, difíciles de vender y con un vencimiento medio bastante largo). Esta actividad de transformación, que caracteriza a la banca tradicional, es, según la opinión general, la causa principal de la fragilidad del sistema bancario. Algunos economistas de renombre (entre ellos Adam Smith y más recientemente Milton Friedman y James Tobin) han abogado por prohibir esta transformación obligando a los bancos a financiar todos sus préstamos con recursos a largo plazo y a invertir todos sus depósitos a la vista en valores líquidos y sin riesgo. El resultado sería una separación estricta entre la actividad de depósito reservada a los "bancos de depósito" y la actividad de inversión reservada a los "bancos de inversión". Sin embargo, es probable que este sistema de banca fragmentada (llamado narrow banking por los anglosajones) provocara una caída espectacular del volumen de crédito ofrecido por los bancos (lo que los americanos llaman credit crunch), que penalizaría innecesariamente a las pequeñas empresas que no tienen acceso a la financiación directa. Sin embargo, desde el momento en que se autoriza a los bancos a llevar a cabo esta transformación, se hace indispensable establecer un conjunto de normas prudenciales y un sistema de autoridades de supervisión destinados a limitar el riesgo de quiebra bancaria. Los objetivos exactos de estas normas y su aplicación están aún por definir.
Pánicos bancarios
Los economistas, en particular Douglas Diamond y Philip Dybvig en 1983, trataron por primera vez de desentrañar el mecanismo de los pánicos bancarios, en los que los depositantes individuales se precipitan a la ventanilla porque ya no confían en su banco. Incluso si un banco está bien gestionado, basta con que una proporción significativa de sus depositantes decida retirar sus activos para que el banco tenga problemas. Si el importe de las retiradas supera el de las reservas, el banco se ve obligado a pedir préstamos urgentes a otros bancos, generalmente en condiciones desfavorables. Como resultado, la rentabilidad del banco puede deteriorarse muy rápidamente. Entonces, a todos sus depositantes les interesa retirar sus activos, lo que, en ausencia de intervención externa, empujaría al banco a la quiebra. Este escenario, que se correspondía bastante bien con las crisis bancarias hasta los años 50, ha quedado completamente obsoleto desde la introducción de los sistemas de seguro de depósitos en la mayoría de los países desarrollados. En caso de quiebra de un banco, los depositantes son reembolsados por una organización de seguros a la que contribuyen los bancos (como ocurre en Estados Unidos desde 1933 ) o por otros bancos en el marco de los llamados sistemas de "solidaridad de mercado”. Estados Unidos, por ejemplo, experimentó numerosos pánicos bancarios antes de introducir un sistema de seguro de depósitos en 1933, siendo el primer país en hacerlo. Sin embargo, la presencia del seguro de depósitos afecta al comportamiento de los bancos a la hora de asumir riesgos. Los depositantes, asegurados contra el riesgo de quiebra, no tienen ningún incentivo para vigilar la actividad de su banco y no exigen una remuneración más elevada en caso de aumento del riesgo, como hacen los prestamistas internacionales, por ejemplo, cuando se deteriora la calificación de un prestatario (empresa o país). Por lo tanto, los bancos están exentos de toda responsabilidad por el riesgo. Numerosos estudios, tanto teóricos como aplicados (para un resumen, véase Freixas y Rochet, 1998), han examinado el riesgo moral asociado a los sistemas de garantía de depósitos.
La crisis de las cajas de ahorros estadounidenses
Un ejemplo muy instructivo es la crisis de las cajas de ahorros estadounidenses (aseguradas por la Federal Savings and Loan Insurance Corporation, F.S.L.I.C.), tras la desregulación iniciada por el gobierno de Reagan en los años ochenta. Esta crisis se desarrolló en varias etapas. Ante la inflación galopante de los años 70 y la competencia de los primeros fondos de inversión (el equivalente de los Organismos de Inversión Colectiva en Valores Mobiliarios (OICVM)), se autorizó primero a las cajas de ahorros a aumentar el interés de sus depósitos para intentar retener a sus depositantes. Esta fue la primera causa de dificultades para las cajas de ahorros, cuyos activos, constituidos por préstamos inmobiliarios a largo plazo a tipos fijos, empezaron a ganar menos que los tipos de interés pagados a los depositantes. En lugar de cerrar a tiempo las cajas de ahorros en dificultades y reembolsar a los depositantes, el gobierno prefirió continuar la desregulación permitiendo a las cajas de ahorros realizar inversiones más rentables pero también más arriesgadas. Al haber sido liberadas de su responsabilidad por el riesgo asegurando sus depósitos, las cajas de ahorros abusaron de esta nueva libertad para adoptar estrategias de inversión muy arriesgadas. Esta asunción de riesgos por parte de las entidades con problemas, que se ha descrito como "apostar por la resurrección", ha sido en última instancia la fuente de quiebras extremadamente costosas para la F.S.L.I.C.
¿Cómo limitar la asunción de riesgos por parte de los bancos?
El incentivo a la asunción de riesgos reforzado por el seguro de depósitos podría eliminarse teóricamente haciendo pagar a los bancos una prima de seguro actuarial, es decir, que refleje perfectamente la probabilidad y el coste previsto de la quiebra. Sin embargo, es muy difícil estimar correctamente el riesgo de los activos de un banco. Es más, este riesgo puede cambiar muy rápidamente y de formas difíciles de detectar desde el exterior. Sirva de ejemplo la espectacular quiebra del Barings Bank en 1995, arruinado en menos de dos meses por las especulaciones de su agente, Nick Leeson, en el mercado de futuros de Singapur. Conscientes de estas dificultades, los grandes bancos desarrollaron sofisticados métodos internos de evaluación del riesgo (value at risk) que miden el riesgo de una inversión poniéndola en relación con la mayor pérdida que podría generar en un periodo de tiempo determinado y en condiciones normales de mercado. Estos métodos cuentan ahora con el respaldo de los reguladores bancarios. Pero los distintos sistemas de seguridad adoptados por los bancos no les protegen de las graves turbulencias provocadas por una asunción imprudente de riesgos, como fue el caso de Société Générale durante el asunto Kerviel en 2008.
Con el seguro de depósitos, la fuente de fragilidad de los bancos se ha desplazado ahora a la financiación interbancaria, que en principio no está asegurada y suele tener un vencimiento muy corto. La forma moderna de un pánico bancario está por tanto vinculada a la negativa de otros bancos a renovar su financiación interbancaria con una entidad determinada, generalmente porque tienen dudas sobre la solvencia de dicha entidad. Esto justifica la implantación de un sistema de prestamista de última instancia, generalmente bajo la responsabilidad del banco central.
Choques macroeconómicos y crisis financieras
En la medida en que los activos bancarios son muy sensibles a las fluctuaciones macroeconómicas (en particular, los tipos de interés, los tipos de cambio y las cotizaciones bursátiles), los bancos están especialmente expuestos durante las recesiones, las catástrofes (guerras, malas cosechas, etc.) y las crisis financieras. Gary Gorton, en un estudio de 1988 sobre las crisis bancarias en Estados Unidos antes de la creación de la Reserva Federal, muestra claramente que estas crisis tienden a producirse durante las recesiones. En general, se considera que las consecuencias nefastas de los choques macroeconómicos pueden limitarse mediante dos tipos de políticas públicas: una regulación y supervisión adecuadas de los intermediarios financieros y una política de estabilización monetaria y fiscal.
Riesgo sistémico y mecanismos de contagio
El riesgo sistémico se refiere al riesgo de que los problemas de solvencia experimentados por una institución financiera concreta se extiendan a todo el sector bancario. Aunque algunos economistas, como George Kaufman, han argumentado que este riesgo de propagación de la quiebra no es más preocupante en el sector bancario que en otros sectores de la economía, muchos expertos lo consideran muy específico del negocio bancario y lo ven como la principal justificación de la intervención pública en el sector.
Regulación prudencial y supervisión bancaria
La intervención pública en el sector bancario adopta tres formas principales: regulación prudencial (que incluye las decisiones de cerrar bancos); seguro de depósitos; e intervención del banco central como prestamista de última instancia. Las justificaciones de estas intervenciones son controvertidas, pero todas giran en torno a la fragilidad de los bancos. En términos sencillos, puede decirse que al Estado le preocupan las quiebras bancarias porque los bancos son más frágiles que otras empresas y porque las quiebras bancarias tienen consecuencias más perjudiciales para la sociedad (lo que los economistas llaman externalidades negativas), en particular para los pequeños depositantes que no están en condiciones de juzgar adecuadamente el riesgo asumido por su banco.
Coeficientes de solvencia
Ya hemos analizado la causa principal de la fragilidad bancaria, a saber, la transformación de depósitos líquidos en préstamos ilíquidos. Por tanto, la primera etapa de la intervención pública tiene por objeto limitar a priori esta transformación y, por tanto, el riesgo de quiebra bancaria. Este es el papel de la regulación prudencial, que obliga a los bancos a disponer de capital suficiente y a diversificar sus activos. El principal instrumento de la regulación bancaria moderna es el coeficiente de solvencia armonizado internacionalmente. En 1988, el Comité de Basilea de Regulación Bancaria, una rama del G10 (una agrupación de los 10 países más industrializados), definió por primera vez las normas para calcular el capital mínimo para cubrir el riesgo de crédito (es decir, el riesgo de impago del prestatario).
La norma, conocida como ratio Cooke (nombre del secretario del comité en aquel momento), exigía que los fondos propios de un banco fueran al menos iguales al 8% de sus activos totales ponderados por su riesgo de crédito. Esta norma, inicialmente destinada a armonizar la situación de los grandes bancos, se amplió posteriormente, con algunas modificaciones, a los bancos estadounidenses (mediante la Federal Deposit Insurance Corporation Improvement Act, adoptada en respuesta a la crisis de las cajas de ahorros) y luego a los bancos de la Unión Europea (coeficiente de solvencia europeo). A continuación, el Comité de Basilea elaboró una segunda exigencia de capital (Basilea II), destinada a cubrir los riesgos de mercado autorizando a los grandes bancos a utilizar sus modelos internos de gestión del riesgo de mercado, basados en enfoques de valor en riesgo. Estos enfoques utilizan métodos estadísticos sofisticados para evaluar la cantidad de capital necesaria para cubrir las pérdidas del banco en su cartera de mercado con una probabilidad superior a un determinado umbral (por ejemplo, el 99%). Continuando con este proceso de evolución discontinua, la sustitución del coeficiente Cooke por el coeficiente McDonough en 2004 trató de redefinir las ponderaciones de los riesgos de crédito en el coeficiente, que habían sido criticadas por ser demasiado gruesas. En 2010 y de nuevo en 2011, el Acuerdo de Basilea III endureció aún más las medidas prudenciales impuestas al sector bancario.
Supervisión bancaria
El segundo aspecto de la regulación bancaria tiene por objeto limitar los efectos externos negativos de las quiebras bancarias. Estos efectos externos pueden dividirse en tres categorías: los que afectan a los pequeños depositantes (que corren el riesgo de perder sus depósitos); los que afectan a los acreedores bancarios; y los que afectan a la estabilidad del sistema financiero en su conjunto (debido a las perturbaciones en el sistema de pagos y al riesgo sistémico). El seguro de depósitos, que ya existe en la mayoría de los países desarrollados, cubre a los pequeños depositantes contra el riesgo de quiebra de su banco. Como hemos visto, este sistema debe complementarse con un mecanismo de supervisión adecuado, pues de lo contrario los accionistas de los bancos tenderán a asumir riesgos excesivos, sobre todo cuando el banco esté en dificultades.
Algunos autores consideran que el papel de los supervisores bancarios es representar los intereses de los pequeños depositantes, que no tienen ni los medios ni el incentivo para controlar las actividades de inversión de su banco.
El prestamista de última instancia
Desde finales del siglo XIX, los bancos centrales tienen la costumbre de proporcionar, de forma discrecional, ayuda en forma de liquidez a los bancos en dificultades: es la función de prestamista de última instancia. La doctrina, desarrollada por Henry Thornton (1802) y Walter Bagehot (1873), consiste en que el banco central se compromete a prestar sin límite (pero a veces a un tipo superior al de mercado) a los bancos comerciales que puedan aportar garantías suficientes (normalmente en forma de títulos financieros de buena calidad). En teoría, por tanto, esta opción se dirige a los bancos que carecen de liquidez (es decir, que no han podido encontrar liquidez en el mercado interbancario), pero que son solventes.
La doctrina del prestamista de última instancia ha sido criticada por algunos economistas, que consideran que con el desarrollo de los mercados monetario e interbancario, estas intervenciones son ahora redundantes. En su opinión, no hay razón para que un banco solvente no encuentre una contraparte privada dispuesta a prestarle la liquidez necesaria. Sin embargo, el plazo de vencimiento muy corto de los préstamos interbancarios (en comparación con el de los préstamos a hogares y empresas) hace que los bancos sigan estando a merced de un "pánico silencioso" en el mercado interbancario: aunque todos los inversores estén convencidos de la solvencia de una institución, cualquier diferencia de opinión entre los inversores, por pequeña que sea, basta para crear el riesgo de una situación de fallo de coordinación en la que un banco solvente no pueda encontrar liquidez en el mercado. El papel del prestamista de última instancia consiste entonces en contener estas situaciones de crisis.
Cambios en la actividad bancaria
El desarrollo de los mercados financieros ha llevado a una reducción significativa de la intermediación tradicional (depósitos y préstamos) en favor de nuevas actividades. Por ejemplo, el mercado monetario ha dado lugar a productos cuya liquidez se aproxima a la de los depósitos bancarios y cuya remuneración es más elevada (Sicav en España y Money Market Mutual Funds en Estados Unidos).
El desarrollo de las actividades de mercado y fuera de balance
Las cifras anteriores no apuntan probablemente a la desaparición de los bancos en el futuro, sino más bien a un cambio profundo de sus actividades. Los bancos se financian cada vez más emitiendo títulos y financian cada vez más la economía comprando títulos. Este fenómeno no cuestiona necesariamente su actividad de transformación, ya que emiten muchos títulos a corto plazo (como certificados de depósito) para adquirir títulos a largo plazo (acciones, obligaciones, etc.).
Servicios de gestión de riesgos
Franklin Allen y Douglas Gale han subrayado la capacidad de los bancos para ofrecer a sus depositantes un seguro contra los riesgos no diversificables, es decir, los riesgos que los mercados financieros no pueden eliminar. A modo de ejemplo, comparan Estados Unidos y Alemania durante la crisis del petróleo de principios de los años setenta. Los ahorradores estadounidenses, cuyos ahorros estaban invertidos en gran parte en títulos financieros, sufrieron grandes pérdidas al caer a la mitad el valor real de los títulos cotizados en la Bolsa de Nueva York. En cambio, los ahorradores alemanes, cuyos ahorros estaban invertidos principalmente en intermediarios financieros como bancos y compañías de seguros, no sufrieron ninguna pérdida. Evidentemente, el sistema financiero alemán, basado en un sistema predominantemente bancario, pudo amortiguar el impacto de la crisis del petróleo. En los años 80, la situación se invirtió. Los ahorradores estadounidenses se beneficiaron de la subida de la bolsa en un clima económico favorable. En cambio, el ahorro alemán, gestionado en mayor medida por intermediarios financieros, no obtuvo tan buenos resultados. Así pues, los intermediarios financieros parecen tener la capacidad de aislar a los ahorradores de los choques transitorios que afectan al conjunto de los activos financieros de la economía.
El sistema bancario actual se basa en una gama más amplia de actividades. La gestión del riesgo se ha convertido en una de las principales funciones de las entidades bancarias. Este espectacular aumento de las carteras de derivados en manos de los bancos fue un factor clave en la propagación de la crisis de las hipotecas de alto riesgo que comenzó en 2007 y se convirtió en una crisis sistémica en 2008.
Reestructuración del sistema bancario
Los bancos y los mercados financieros desempeñan ahora papeles complementarios, y no sustitutivos, en la financiación de la economía. Como sugirió la impresionante oleada de fusiones y adquisiciones de finales del siglo XX, lo realmente preocupante no es la futura desaparición de los bancos, sino la aparición de "megabancos" o conglomerados financieros internacionales con un considerable poder de mercado muy difíciles de controlar por las autoridades prudenciales.